jueves, 14 de abril de 2011

Rusia celebró los 50 años del hombre en el espacio

Hace medio siglo, el cosmonauta soviético Yuri Gagarin, se convirtió en el primer ser humano en viajar fuera de la Tierra y orbitarla; inauguran una muestra homenaje en Buenos Aires

Rusia celebró hoy con orgullo el 50 aniversario del lanzamiento del cosmonauta soviético Yuri Gagarin, el primer hombre en viajar al espacio. En una conexión de vídeo con la Estación Espacial Internacional, el presidente ruso, Dmitry Medvedev, dijo a los astronautas que la exploración del espacio seguía siendo una "prioridad" para Rusia. "En estos 50 años, no podemos en absoluto imaginar la vida sin el espacio, sin sus vuelos," dijo Medvedev a la tripulación de la estación desde el cavernoso Centro de Control de Misión, que lleva el nombre del padre del programa espacial soviético Sergei Korolyov. "El espacio es nuestra prioridad", añadió. 

El comandante de la estación espacial, Dmitry Kondratyev, dijo que su tripulación actual de seis miembros estadounidenses, rusos y europeos celebraría la fiesta desde las "primeras filas" y sin gravedad. De vuelta a la Tierra, altavoces en las estaciones de metro recordaban a los moscovitas una de las más victorias más estoicas de la Guerra Fría, el vuelo orbital a la Tierra realizado por Gagarin el 12 de abril de 1961. 

"Este vuelo emocionó al mundo entero y mostró de lo que era capaz la humanidad", dijo el veterano cosmonauta soviético Alexei Leonov, de 76 años, que realizó el primer paseo espacial en 1965. "El nos invitó a todos al espacio", agregó Leonov a una sala del Kremlin llena con algunos de los iconos espaciales más atesorados del mundo, citando un homenaje del primer hombre que pisó la Luna, el astronauta estadounidense Neil Armstrong, a Gagarin. Desde el viaje épico de Gagarin a lo desconocido hace 50 años, unas 500 personas lo han seguido al espacio. "Si Yuri Gagarin no hubiera hecho este vuelo, yo no habría volado a la Luna", dijo el astronauta estadounidense Thomas Stafford.

Críticas rusas. Svetlana Savitskaya, quien voló al espacio en 1982 y 1984 y fue la primera mujer que efectuó una caminata espacial, criticó duramente al Kremlin el lunes por prestar escasa atención a las investigaciones espaciales tras el derrumbe de la Unión Soviética en 1991. "No tenemos nada nuevo de lo cual enorgullecernos en los últimos 20 años", parlamentaria por el Partido Comunista. Rusia ha utilizado las naves espaciales Soyuz y Progreso, cuyos diseños se remontan a la década de 1960, para enviar tripulantes y carga a la Estación Espacial Internacional. Su importancia crecerá después que el transbordador Atlantis ponga fin al programa estadounidense y las naves rusas queden como único vínculo con la estación. Sin embargo, Savitskaya y otros cosmonautas advierten que Rusia no ha avanzado en la construcción de un reemplazo para el Soyuz y podía quedar retrasada cuando Estados Unidos construya una nave de nueva generación.

Cápsula vendida. Una cápsula espacial soviética de la época del primer viaje espacial realizado por un ser humano, fue vendida hoy por 2,8 millones de dólares en Nueva York. La nave esférica Vostok 3KA-2 vendida por la subastadora Sotheby's es similar a la utilizada por Gagarin y fue tasada entre 2 y 10 millones de dólares. De pequeñas dimensiones, salió al espacio el 25 de marzo de 1961 con un muñeco de forma humana y un perro llamado Zvezdochka (Estrellita). La cápsula completó una órbita y regresó sin problemas a Tierra con un paracaídas. Su vuelo fue el último ensayo antes del histórico de Gagarin. "Eran naves muy primitivas", dijo David Redden, vicepresidente de Sotheby's. "Aquel que salía al espacio en ellas tenía muchos riesgos de no regresar".

Homenaje argentino. Una muestra fotográfica acerca del primer vuelo tripulado al cosmos, que tuvo como protagonista al piloto militar ruso Gagarin, se abrió hoy en la Ciudad de Buenos Aires. La exposición está organizada por la Sindicatura General de la Nación, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales y la Embajada de la Federación de Rusia en la Argentina.

Gagarin, con 27 años, se convirtió en el primer astronauta de la humanidad, cuando un 12 de abril soleado de 1961 partió desde Kazajstan, a bordo de una nave espacial. El joven piloto, que era hijo de un carpintero, fue el encargado de dar una vuelta alrededor de la Tierra en 108 minutos a bordo de la nave Vostok antes de descender en paracaídas en la región de Saratov. En homenaje a ese histórico hecho, se inaugurará una muestra en el subsuelo del Espacio Multiarte-SIGEN, ubicado en Avenida Corrientes 381, que permanecerá abierta hasta el viernes 6 de mayo, con entrada libre y gratuita

 

Fuente: Diario La Nación

martes, 12 de abril de 2011

A 50 años de la llegada del hombre al espacio: "Vámonos, dijo Yuri"

Por Juan Sasturain

Como pasa con la tarde de los dos goles de Diego en el Azteca contra los ingleses, con la muerte de Perón o con el asesinato de Lennon, la noticia del vuelo del ruso Gagarín (sic, con acento agudo), primer hombre en llegar al espacio exterior y volver a la Tierra, quedó pegada para siempre a las circunstancias personales en que nos alcanzó. Todo el mundo sabe dónde y con quién estaba ése o aquel día, qué pensó y sintió en ésas o aquellas circunstancias.

Se cumplen cincuenta años de aquel 12 de abril, en la primavera boreal de 1961. En Coronel Dorrego, donde yo vivía por entonces, empezábamos el otoño y las clases en tercer año del secundario. No recuerdo que le hayamos hecho perder la hora al profe de Física con el tema. Lo que sí, el peluquero Randazzo, uno de los pocos y señalados comunistas del pueblo, aprovechó para aleccionarnos, tijerita en mano, sobre las bondades del socialismo, el progreso científico en la URSS y para repetirnos la famosa (y trucha) declaración del cosmonauta a su regreso: “He estado en el cielo y no he visto a Dios”. Era el mismo impagable Randazzo al que años después –aunque parezca joda, pero es cierto–, en ocasión del asesinato de Kennedy, lo metieron preso... Bah, siempre lo metían. Por las dudas.

Teniendo en cuenta que la TASS –agencia soviética de noticias– manejaba los tiempos y las informaciones con la arbitraria discrecionalidad que dan el monopolio y las siempre listas razones de Estado, no es fácil saber cuántas horas habrán pasado entre el momento en que Yuri tocó la dura tierra siberiana después de algo más de cien minutos de visita al espacio exterior y de dos vueltas a la Tierra, y el momento en que el resto del mundo se enteró. Sólo las necesarias.

Las necesarias para confirmar que no se había estrellado, que el paracaídas había funcionado –aunque no se dijo en el momento: se insinuó que había aterrizado con cápsula y todo...–, que estaba vivo y entero y que, a partir del Sputnik del ’57 y de la perra Laika de dos años después, los rusos sacaban amplia ventaja en la llamada carrera espacial. Que no era ni carrera. La NASA tardaría ocho años en taparles la boca a los soviéticos con el piecito de Armstrong tocando la cara de la Luna en vivo y en directo. Mientras tanto y durante un tiempo, el espacio sería todo rojo.

Hay leyendas oficiales más o menos apócrifas, anecdotario variado respecto del vuelo. Gagarín dio para todo. Ha quedado para siempre la frase enérgica, al prender los motores: “Vámonos”, dijo Yuri. Se usa todavía en aquellos pagos cada vez que hay que darse ánimos al empezar cualquier cosa que implique riesgo o dificultades. Y hay algunas pequeñas historias que son hermosas de pensar. Por ejemplo, que cuando cayó, en una zona aislada de Siberia, las primeras en verlo fueron una vieja campesina y su nieta de cuatro años que, todavía hoy, cuenta la impresión que les produjo la aparición de ese extraño vestido de naranja y con una cabeza inmensa, la escafandra, caído literalmente del cielo. No tenían la menor idea de qué pasaba. Y dicen que él –una vez revelado como persona y como ruso– “pidió un teléfono para comunicarse con Moscú”. Así de precario.

La otra, cotidiana y tan creíble, cuenta que camino de la plataforma de lanzamiento, en el vehículo del ejército que lo transportaba y ya con la pilcha espacial puesta, Yuri pidió que pararan: tenía ganas de mear. Bajó, se arremangó el aislante y ahí nomás, contra la rueda de atrás, como cualquier camionero en la ruta, hizo lo suyo. Desde entonces, todos los cosmonautas soviéticos repitieron el ritual convertido en amuleto.

En realidad, a Yuri, casi toda la porción de suerte que le correspondía se le agotó en ese azaroso viaje que salió tan bien, tan perfecto que ni ellos se lo creían. Al poco tiempo, cuando la fama, el papel de héroe nacional y embajador itinerante de la URSS lo había distanciado de su mujer y acercado a la botella, Gagarín terminó catastróficamente un vuelo corto: fue de la ventana de un hospital al piso, huyendo del escándalo cuando lo descubrieron metiendo mano a una enfermera. Hubo que hacerle plástica y quedó bien: porque era muy pintón, el ruso ejemplar.

El último vuelo fue en un Mig 25 que probaba cerca de Moscú. El 27 de marzo de 1968, apenas siete años después de su hazaña, se precipitó a tierra por razones nunca del todo explicadas. El avión, cayendo en picada, se enterró seis metros en la corteza de la dura patria soviética. Yuri Gagarín tenía sólo 34 años. Y acaso tuvo suerte: por unos meses no llegó a ver cómo los yanquis pisaban la Luna por televisión, lo sacaban de foco pero no de la historia.

Fuente: Diario Página/12