domingo, 26 de agosto de 2012

Medio siglo apuntando al cielo: el lento resurgir de la cohetería argentina


En la época de oro del tango, un tema interpretado por Carlos Gardel afirmaba que llegar a los cincuenta años significaba haber vivido un lapso más que suficiente para enfundar la mandolina en las lides amorosas. Los irónicos versos la emprendían contra un tal Cipriano, a quien invitaba a retirarse a cuarteles de invierno.

No fue Gardel sino la ortodoxia económica y las errantes políticas científicas y tecnológicas de los años noventa las que intentaron mandar a cuarteles de invierno al Centro de Experimentación de Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados, conocido como Celpa 1 o Celpa Chamical. Un centro que –desafiando los poéticos mandatos gardelianos y las más prosaicas políticas neoliberales de los noventa– llega a sus cincuenta años sin ninguna intención de enfundar la mandolina y, por el contrario, renueva actualmente su histórica vigencia de la mano de un creciente apoyo estatal a la actividad aeroespacial argentina.
 

Un club para pocos

 

Hace cincuenta abriles –tangueramente hablando– el juego de la Guerra Fría sacudía el tablero geopolítico mundial con periódicas escaramuzas de diferente tenor. Una de las movidas clave de ese riesgoso juego era el desarrollo de la actividad aeroespacial, un terreno en el que la Unión Soviética parecía perfilarse como la casi segura ganadora. El gigante comunista había tomado ventaja en la carrera espacial frente a los EE.UU. por medio de sucesivos golpes, como lo fueron la colocación en 1957 del primer satélite artificial en órbita, el Sputnik, y la proeza de Yuri Gargarin, el primer humano que realizó un viaje espacial en 1961. La superpotencia de Occidente no quería –ni podía– ser menos que su archirrival comunista. EE.UU. respondió apostando fuerte con el compromiso –asumido por el mismísimo presidente Kennedy y cumplido casi sobre el límite de los plazos autoimpuestos– de ser antes del final de esa década el primer país que enviara un hombre a plantar su bandera en la Luna. Aquella misma Luna que nostálgicamente plateaba barrios al ritmo del dos por cuatro.

En el mundo bipolar que recibía a la segunda mitad del siglo XX sólo un puñado de naciones podía mostrar algún grado de desarrollo aeroespacial. La Argentina, aun frente a las desventajas propias de un país periférico, no estaba dispuesta a archivar sus ilusiones en aquel terreno. Más bien las acrecentaba y en 1962, con la puesta en funcionamiento del Celpa I, el país dio un paso significativo para afianzarse como miembro de aquella espacial minoría.


Un lugar bajo el sol 

Las primeras experiencias exitosas de la cohetería argentina habían sido coronadas en 1961 con los lanzamientos de los cohetes Alfa y Beta Centauro desde una base emplazada en Pampa de Achala. Pero los verdaderos platos fuertes de la actividad cohetera en la Argentina estaban por venir. Estaba claro que si el país quería jugar en las grandes ligas de la tecnología espacial se requería de un lugar de lanzamiento más apropiado para las crecientes capacidades tecnológicas.

El asunto tenía ribetes estratégicos y de seguridad para las poblaciones y el medio circundante y los especialistas eligieron las cercanías de Chamical, una localidad de los llanos riojanos. Allí, la aeronáutica argentina poseía unas instalaciones desde 1944, que habían funcionado como Centro de Tiro y Bombardeo y Destacamento Aeronáutico Militar. El lugar posee unas privilegiadas características meteorológicas que vienen de perillas para la actividad aeroespacial –por ejemplo una buena cantidad de días soleados– y está en las cercanías de portentosos salares, que podrían servir para absorber los impactos de los cohetes de prueba, minimizando los riesgos de los lanzamientos. Estas cuestiones hicieron que en junio de 1961 el gobierno presidido por Arturo Frondizi decidiera emplazar allí el Celpa 1, que desde entonces fue un escenario protagónico del desarrollo aeroespacial argentino.

También hubo otro Celpa, pero no corrió igual suerte. Con la finalidad de lanzar misiles balísticos o autopropulsados, en los años sesenta se creó el Celpa Atlántico o Celpa Mar Chiquita. La elección de su emplazamiento en esta localidad cercana a la turística Mar del Plata tenía sus pro y sus contra. A las facilidades de acceso y transporte de los recursos humanos y técnicos se le oponía la ardua y dificultosa tarea de la recuperación de los equipos en el mar. El lugar elegido era ideal si se pensaba en poner a futuro un satélite en órbita, aunque el terreno elegido era de propiedad privada, por lo que hubo que transitar un proceso de expropiación. La base Celpa Mar Chiquita, si bien tuvo intensa actividad en su primera década de vida, en medio de los avatares políticos y económicos del país cayó en desuso y actualmente dejó en el arcón de los recuerdos sus antiguos pergaminos aeroespaciales para convertirse en una reserva natural.



Primer lanzamiento del Castor (CRX01) en CELPA, Chamical, en Diciembre de 1969 
 (Crédito: Diario Página/12).



De La Rioja a la Antártida

 

Chamical fue el escenario emblemático del frenesí aeroespacial de los años sesenta y setenta, cuando los científicos le sacaron jugo a esta base pionera en la región realizando diversas experiencias aeroespaciales y meteorológicas. En 1963 comenzó a ensayarse allí una nueva serie de cohetes, los Gamma Centauro. La serie estaba integrada por dos modelos que, si bien modestos, dejaban de ser experimentales –como los Alfa y Beta Centauro lanzados en 1961– para convertirse en unos cohetes operativamente hechos y derechos. En Chamical se realizaron múltiples pruebas de lanzamiento, funcionamiento y recuperación de cohetes, algunos de ellos con equipamiento destinado al monitoreo de la atmósfera. En agosto de 1963 el Centro de Investigaciones Tecnológicas de las Fuerzas Armadas (Citefa) probó un prototipo de cohete sonda de diseño y factura propia conocido como Prosón I. Este cohete de dos etapas tenía fines de monitoreo meteorológico y se realizaron pruebas de evaluación general y de seguimiento óptico –utilizando para ello una carga que generaba humo y marcaba la trayectoria, y era seguida por instrumentos de control geométrico– con muy buenos resultados.

El Gamma Centauro tendría además un momento de gloria geopolítica, ya que fue utilizado en una misión que tuvo como fin reafirmar los derechos argentinos sobre la región antártica. Los estudios científicos habían anticipado que los ciclos de actividad magnética solar entrarían en un mínimo para 1965, y con tal motivo se propuso una serie de estudios en lo que se dio en llamar el Año Internacional del Sol Quieto. Argentina se sumó a la iniciativa mundial y creó en 1963 una comisión que planificó un abanico de actividades relacionadas con el fenómeno solar. En 1965 los Gamma Centauro llegaron a la Antártida, como parte de un trabajo internacional de medición de las radiaciones y los parámetros meteorológicos de la alta atmósfera. Los Centauros no llegaron solos. La experiencia, realizada en la Base Matienzo (fundada cuatro años antes) y complementada con otros lanzamientos efectuados desde Chamical, incluyó tres cohetes Gamma Centauro y dos globos sonda, y colocó al país a la vanguardia mundial respecto de los lanzamientos en el continente antártico, una proeza que sólo habían alcanzado hasta el momento los EE.UU. y la Unión Soviética, los pesos pesado de la Guerra Fría. Es que no resultaba nada fácil operar en las condiciones climáticas de la zona y eso otorgaba a la experiencia un lugar de epopeya científica y tecnológica, además de constituir un aporte invalorable a los estudios que se realizaban en el marco del programa de cooperación internacional.

En las décadas siguientes un amplio abanico de cohetes, como los de las series Canopus, Orión, Castor, Rigel y Nike-Apache, fueron lanzados desde el Celpa 1, que también fue sede de importantes experiencias científicas de exploración de la alta atmósfera y una activa campaña de lucha antigranizo. Pero a principios de los ochenta el centro pasó a la órbita militar y la actividad aeroespacial debió resignarse a ocupar un papel secundario. El último lanzamiento experimental del siglo XX se realizó en 1989, y posteriormente el Celpa 1 entró en un sombrío período de inactividad que presagiaba un final inexorable para el centro y los sueños aeroespaciales argentinos. Parecía que, parafraseando el tango dedicado al pobre Cipriano, al compás del almanaque se deshojaba la ilusión del desarrollo aeroespacial autónomo.


Marcando su retorno


En los últimos años el desarrollo aeroespacial cobró nuevos bríos gracias a la implementación de políticas activas. En ese sentido, el Celpa 1 fue escenario en 2011 de un acontecimiento que le permitió reverdecer sus laureles y que conmocionó a la cercana localidad de Chamical. En julio de 2011 se lanzó desde allí el Gradicom II, un cohete de dos etapas con dos motores de propulsante sólido construido por el Citedef (ex Citefa).

El Gradicom es un desarrollo que se las trae. Por sus características puede convertirse a futuro en un versátil cohete aplicable a diversos fines, desde estudios científicos hasta la colocación de un satélite en órbita, lo que en tiempos del SACD no es poca cosa. La ocasión sirvió para probar todo el sistema –motores, separación de etapas y elementos de medición y transmisión de datos– y también para revivir la vieja gloria del Celpa I.

Para el lanzamiento del Gradicom II el centro debió ser convenientemente adaptado a los tiempos tecnológicos que corren. El último cohete de dos etapas argentino, perteneciente a la serie Tauro, había despegado desde el Celpa 1 hacía 30 años, mucho tiempo atrás para el vertiginoso ritmo de la actividad cohetera. La informática, en su paso fulgurante, ha dejado avanzadísimos métodos de cálculo, de diseño y de predicción aerodinámica que facilitan enormemente las cosas, disminuyendo de manera considerable los tiempos de desarrollo, pero que no pueden prescindir del ingenio y la creatividad humanos. Ese algo que los tecnólogos suelen llamar knowhow –saber cómo– y que ha podido ser preservado a pesar de los embates de las políticas de defensa y de ciencia y tecnología de fines del siglo XX. Lejos de refugiarse en el fuego del recuerdo –como sugiere irónicamente el tango–, a sus cincuenta años el Celpa 1 está nuevamente en carrera para ser protagonista del retomado camino del desarrollo aeroespacial argentino.


Fuente: Diario Página/12

domingo, 5 de agosto de 2012

El curiosity a punto de tocar suelo Marciano

Curiosity, el complejo vehículo explorador de la NASA amartizará en pocas horas; lleva un laboratorio capaz de analizar rastros de vida en el planeta rojo.


A pocas horas del crucial evento y como si fuera un gran director de música, la NASA dispondrá de varios instrumentos situados en el espacio para ejecutar su obra perfecta: el crucial y peligroso descenso a Marte del vehículo robot más complejo construido hasta ahora.

Los "instrumentos" con los que contará la agencia espacial estadounidense son tres sondas que hoy orbitan el planeta rojo y testificarán cómo se desarrollará el amartizaje del rover todoterreno Curiosity (Curiosidad), un verdadero laboratorio en movimiento cuya misión principal es la de descubrir compuestos orgánicos que permitan averiguar si el ambiente del planeta rojo contiene o pudo albergar vida, y de existir, si ésta es nativa o provendría de meteoritos.

 



De esta manera, la NASA tiene todo listo para que sus sondas Odyssey y Reconnaissance Orbiter, junto con la Mars Express, de la Agencia Espacial Europea (ESA), puedan enviar desde la atmósfera marciana la confirmación del esperado exitoso descenso de Curiosity en el cráter Gale de Marte, en lo que los ingenieros espaciales denominaron como una maniobra de "siete minutos de terror".

El observador Odyssey, que orbita Marte desde 2001, sufrió un fallo hace pocas semanas, que debió ser corregido mediante una maniobra de reposicionamiento de último momento, para permitir que la sonda pueda certificar la llegada de Curiosity al suelo marciano.

Puntualmente a las 5.31 GMT del 6 de agosto se espera que Odyssey transmita a la Tierra la noticia del exitoso amartizaje del vehículo robot. Esa información habrá viajado 14 minutos por el espacio hasta llegar a la Tierra. Las otras dos sondas marcianas, Reconnaissance Orbiter y Mars Express, también observarán el acontecimiento, pero por motivos técnicos sólo podrán emitir sus datos más tarde.
 

Descenso crucial

El argentino Miguel San Martín, ingeniero principal de guiado, navegación y control del Laboratorio de Ciencia de Marte de la NASA, será el encargado de posar sobre suelo marciano al vehículo Curiosity.

Después de ser lanzado el 26 de noviembre de 2011 desde Cabo Cañaveral, Florida y viajar por el espacio durante 245 días (poco más de ocho meses) a una velocidad de 12.000 kilómetros por hora y cubrir una distancia de casi 570 millones de kilómetros, el rover descenderá primero con el paracaídas más grande jamás construido, y luego mediante un mecanismo de propulsión y un sistema de cables similar a las grúas aéreas que utilizan los helicópteros para colocar equipo pesado en lugares inaccesibles en la Tierra.

Debido a las grandes dimensiones del vehículo (con 3,05 metros de largo, 2,74 metros de ancho y 2,10 de altura hasta su mástil) y un peso de casi una tonelada, descenderá primero con el paracaídas más grande jamás construido, y luego mediante un mecanismo de propulsión y un sistema de cables similar a las grúas aéreas que utilizan los helicópteros para colocar equipo pesado en lugares inaccesibles en la Tierra.

Esa arriesgada maniobra supone detener su caída de casi 20.000 kilómetros por hora a 0 en sólo siete minutos, lo cual requiere que pase por una "metamorfosis en la que cambia su configuración más de siete veces", en lo que reviste para los científicos de la NASA la misión robótica más complicada de la historia. Los anteriores vehículos enviados a Marte de menor masa, como el Spirit y el Opportunity, descendieron allí protegidos por globos gigantes que amortiguaron el impacto, pero el Curiosity requirió que se diseñara el sistema de paracaídas y grúa con retrocohetes para amartizar.

Cuando el robot explorador esté en el suelo, su transporte desprenderá los cables y se apartará para finalmente desplomarse sobre la superficie marciana, sin dañar las 17 cámaras y los 10 instrumentos científicos de última generación que lleva.

Búsqueda de indicios de vida

El Laboratorio Científico de Marte (MSL, por sus siglas en inglés), dentro de Curiosity, que buscará las posibles evidencias de un entorno favorable microbiano, incluidos los ingredientes químicos de la vida, fue descripto como la nueva "máquina de ensueño" por los científicos de la NASA, que vienen trabajando en este proyecto desde 2003 con una inversión de 2500 millones de dólares. 

Para ello, los científicos dispusieron que descienda en el cráter Gale, que surgió por el impacto de un meteorito hace más de 3000 millones de años, ya que creen que con el paso del tiempo, los sedimentos llenaron el cráter de más de 150 kilómetros de ancho y los vientos esculpieron la montaña de casi 5 kilómetros de altura, llamado el Monte Sharp.

Así, las pilas de capas de roca del Monte Sharp se pueden leer como las páginas de un libro: los depósitos más antiguos se encuentran en la base y a medida que se avanza hacia la cima está el material más reciente, lo que ofrece un registro de la historia de Marte a través del tiempo.

 
Desde el comando central de la NASA se monitorea al compleja misión (Crédito: NASA)

Imágenes desde el espacio revelan señales de agua en las capas inferiores de la montaña, como pliegos minerales de arcillas y sales de sulfato, que se forman en presencia de agua. Pero la vida como la conocemos necesita algo más que agua: también necesita nutrientes y energía.

Por eso, el vehículo, que puede recorrer unos 20 kilómetros por día, dispone de un brazo mecánico de 2,10 metros, dotado de un martillo y un cañón láser capaz de romper y vaporizar las rocas. El brazo podrá tomar el polvo obtenido e introducirlo en conductos para el análisis químico y biológico, mientras un espectrómetro analizán los gases liberados.

Los científicos dudan de que en ese lugar haya estructuras complejas de carbono, propias de la materia viva, porque recibe abundante radiación cósmica, pero bien podría hallarse algún rastro penetrando hasta los cinco centímetros bajo la superficie, que puede hacer Curiosity.

La misión, que durará un año marciano, es decir dos terrestres, buscará determinar si el ambiente marciano tiene o tuvo condiciones para albergar vida, ya fuera que ésta se gestara en el propio planeta o llegara en meteoritos.


Fuente: Diario La Nación

La NASA elige tres empresas privadas para salir al espacio

Tres compañías aeroespaciales construirán pequeñas naves para llevar y traer astronautas a la Estación Espacial, mientras la agencia se concentra en ir a Marte

La NASA eligió a tres compañías aeroespaciales para que construyan pequeñas naves con el fin primordial de llevar y traer astronautas a la Estación Espacial Internacional. 

Esta es la tercera fase de los esfuerzos de la NASA por hacer que compañías privadas asuman la labor del transbordador espacial, ya retirado de servicio. Las empresas compartirán más de 1.100 millones de dólares.

Las tres empresas son Boeing Co., de Houston; Space Exploration Technologies, llamada SpaceX, de Hawthorne, California; y Sierra Nevada Corp., de Louisville, Colorado. Dos de las naves son cápsulas similares a las de la era del proyecto Apolo y el diseño de la tercera se parece un poco al de los recientes transbordadores.

Una vez que se construyan las naves, la NASA planea contratar a las compañías privadas para que envíen a los astronautas al espacio antes de los próximos cinco años. Hasta que estén listas, la agencia espacial le está pagando a Rusia para que haga ese trabajo, a razón de 63 millones de dólares por astronauta. En un comunicado difundido ayer, Charles Bolden, el administrador de la NASA, dijo que la medida "ayudará a mantenernos en el camino para dirigirnos hacia la subcontratación de los vuelos espaciales tripulados".

La NASA espera que, al tener a firmas privadas que transporten astronautas a la órbita baja de la Tierra, pueda concentrarse en metas a largo plazo de mayor envergadura, como el envío de tripulaciones a algún asteroide cercano y, a la larga, a Marte. Las compañías privadas también pueden ganar dinero en el turismo y en otros negocios no relacionados con la NASA.

Boeing es una de las empresas espaciales más antiguas y grandes con una larga historia en la construcción y lanzamiento de cohetes y de trabajar con la NASA, colaboración que se remonta a los días del proyecto Mercury.

SpaceX es una compañía relativamente nueva iniciada por Elon Musk, que ayudó a crear la empresa de administración de pagos PayPal y dirige la de automóviles eléctricos Tesla Motors.

Sierra Nevada lleva 25 años en el negocio espacial, pero la mayor parte de ellos en una escala mucho menor que Boeing. 


Fuente: Diario La Nación

viernes, 1 de junio de 2012

La cápsula Dragon amerizó en el Pacífico

La cápsula espacial de carga no tripulada Dragon, propiedad de la empresa estadounidense SpaceX, amerizó en el Océano Pacífico culminando una exitosa misión a la Estación Espacial Internacional (ISS) que allana el camino para los vuelos espaciales privados.

Amerizaje exitoso!", dijo el presidente de SpaceX, Elon Musk, en un mensaje en su cuenta deTwitter después de que la cápsula cayera en aguas de la costa mexicana a las 12:42 (hora argentina). Los barcos para recuperarla se dirigían hacia la cápsula, que se posó en el mar con ayuda de tres enormes paracaídas rojos y blancos cerca del lugar previsto, a unos 900 kilómetros del estado mexicano de Baja California, dijo la NASA. 

"¡Amerizaje! La cápsula Dragon de SpaceX cayó de manera segura en el Océano Pacífico finalizando la primera misión de una empresa comercial para el reabastecimiento de la ISS", dijo la NASA en Twitter.

El regreso de Dragon a la Tierra tiene lugar tras una exitosa misión de transporte de carga a la ISS, convirtiendo a SpaceX en la primera empresa en enviar y regresar su propia cápsula hacia y desde la estación orbital.

La NASA y las autoridades estadounidenses han aplaudido la misión como un gran avance para los vuelos espaciales, que allana el camino para que las empresas privadas transporten carga y astronautas a la ISS en los próximos años.



(Crédito: AP - NASA)


El final en 2011 del programa de transbordadores de la NASA tras tres décadas de servicio dejó hasta ahora a Rusia como única nación capaz de transportar astronautas a la estación orbital.

Japón y Europa también tienen naves capaces de llevar suministros al laboratorio espacial, pero no de regresar con la carga intacta. La nave Dragon de SpaceX es más grande que las cápsulas rusas Soyuz y puede regresar a la Tierra con más equipos.

Dragon, una cápsula reutilizable de seis toneladas, en forma de campana y con dos antenas solares, tiene 4,4 metros de alto y 3,66 metros de diámetro. Puede llevar hasta 3.310 kilos, divididos entre la cápsula presurizada y la bodega no presurizada.

SpaceX y su competidora Orbital Sciences Corporation recibieron fondos de la NASA para desarrollar sus capacidades de transporte espacial y probablemente se conviertan en los principales transportistas de carga y tripulación de la ISS, que tiene previsto seguir funcionando hasta 2020, según la NASA.

El regreso de Dragon allana el camino en septiembre para el primero de doce vuelos de carga para abastecer a la ISS, previstos en el contrato de 1.600 millones de dólares de SpaceX con la NASA. Orbital Sciences Corp., la segunda empresa que firmó un contrato (de 1.900 millones de dólares) con la NASA para llevar carga a la ISS, tiene previsto lanzar su primer vuelo de prueba en agosto y realizar una misión de prueba a la ISS en diciembre, anunció la NASA.

Dragon fue lanzado desde Cabo Cañaveral en Florida el 22 de mayo llevando consigo 521 kilos de carga para el laboratorio espacial, incluidos alimentos, suministros, y equipamiento científico, y regresó a la Tierra con 660 kilos de experimentos y otros materiales.


Fuente: Diario Perfil

sábado, 26 de mayo de 2012

La cápsula privada Dragon-X se acopló a la ISS

La cápsula espacial DragonX se acopló ayer a la Estación Espacial Internacional alcanzando así uno de los más añorados hitos en materia de colaboración espacial entre empresas privadas y agencias gubernamentales. La cápsula, diseñada y construida por la empresa estadounidense SpaceX, está repleta de provisiones necesarias para los astronautas de la ISS. 

Es importante aclarar que la cápsula no esta tripulada; todavía resta esperar bastante para que un desarrollo espacial civil pueda volar con astronautas hasta la órbita de la ISS, pero lo importante es que esta hazaña es capaz de cambiarlo todo. Hasta ahora, sólo un puñado de países contaba con los medios para reaprovisionar la ISS.

Ante tamaña noticia quisiera hacer algunas reflexiones. La experiencia de ayer no deja de ser grandilocuente e inspiradora para toda una nueva generación de visionarios espaciales que desde la órbita privada intentarán continuar expandiendo el campo de acción del hombre en el espacio. Sin embargo, creo que es peligroso que los estados vean estos logros como una razón para disminuir su responsabilidad en lo que a exploración espacial se refiere. 

Si bien un monopolio espacial en manos privadas es todavía un escenario improbable, es sabido que los intereses de los particulares no siempre son los del bien común; y por éstos deberían velar los estados. Quedarnos en la órbita baja durante muchas décadas, como pareciese augurar el futuro, sería un error imperdonable. 

Naturalmente, la simbiosis privada/estatal que acaba de inaugurarse a partir del increíble acople de DragonX con la ISS va a encontrar su máximo potencial en la órbita baja terrestre pero esta interacción tendría que ser la piedra inaugural de una nueva era de exploración. Es fundamental que el hombre prosiga la exploración tripulada del sistema solar truncada hace casi 40 años cuando la última misión Apollo visitó la luna. Volver a la luna y viajar a Marte tienen que ser las prioridades. 

                    
La cápsula Dragon X desde la ISS (Crédito: NASA)

jueves, 29 de diciembre de 2011

La misión Kepler: la NASA descubrió dos planetas del tamaño de la tierra

Orbitan una estrella distante; son los más pequeños hallados hasta ahora fuera de nuestro sistema solar

Dos planetas del tamaño de la Tierra que orbitan una estrella distante fueron hallados por los astrónomos de la misión Kepler de la NASA. El hallazgo fue calificado como "un hito en la búsqueda de mundos extraterrestres". "Después de casi tres años, el observatorio orbital Kepler ha confirmado la existencia de planetas que orbitan estrellas", dijo en una conferencia telefónica Nick Gautier, del Laboratorio de Propulsión de la NASA en Pasadena, California. 

Los dos planetas, bautizados Kepler-20e y 20f, son los más pequeños hallados hasta ahora en una órbita en torno a una estrella fuera de nuestro sistema solar. Ambos orbitan la estrella Kepler-20, un astro de tipo G levemente más frío que el Sol y ubicado a casi mil años luz de la Tierra, señalaron los científicos. Los investigadores creen que estos planetas tienen una composición rocosa, de manera que sus masas deben de ser entre 2,7 menos y 3 veces más que la masa de la Tierra.

David Charbonneau, profesor de astronomía en la Universidad Harvard, explicó que, en realidad, los astrónomos han encontrado cinco planetas. "En nuestro sistema solar hay ocho planetas rocosos, ubicados más cerca del sol, y otros más gaseosos, ubicados más lejos", explicó. "En el sistema de la Kepler-20 los planetas están alegremente mezclados: el primero que se encuentra es parecido a Neptuno, el siguiente es rocoso, el siguiente Neptuno, el otro rocoso... uno grande y uno chico, uno grande y uno chico, uno grande... y todos orbitan dentro de la distancia que Mercurio orbita al Sol". 


Fuente: Agencia EFE y NASA

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Sobre el observatorio Kepler

La misión Kepler tiene como objetivo la detección de planetas extrasolares mediante un observatorio espacial que se encuentra en órbita alrededor del Sol. Este satélite posee un fotómetro que funciona en el rango óptico-infrarojo cercano con el fin de monitorear alrededor de ciento cincuenta mil estrellas en un campo fijo, y así poder detectar variaciones en sus curvas de luz debido a la presencia de planetas. Hasta el momento se han encontrado alrededor de 2300 candidatos de los cuales sólo unos 40 han sido confirmados. El siguiente video muestra algunas de las características comparativas de 1236 candidatos:

Kepler Exoplanet Candidates from blprnt on Vimeo.



Como referencia se muestran las órbitas de Mercurio, la Tierra, Marte y Júpiter. Luego se compara la temperatura y el tamaño del planeta con el tamaño de su órbita respectivamente. Los candidatos KOI 326.01 y KOI 314.02 que se muestran tienen las mayores probabilidades de encontrarse dentro de la zona de habitabilidad de sus estrellas (ver este enlace). 

Como puede verse, la gran mayoría de los sistemas orbitan sus estrellas a una distancia menor que lo que lo hace la tierra alrededor de Sol. Esto se debe probablemente al relativamente poco tiempo de observación alcanzado hasta el momento por el observatorio Kepler. En consecuencia, es esperable que a medida avance la misión puedan detectarse planetas con períodos orbitales más largos, y por lo tanto, órbitas más distantes de sus estrellas (recordar la tercera ley de Kepler del movimiento planetario: el cuadrado del período es proporcional al cubo del semi-eje mayor de la órbita).